jueves, 25 de febrero de 2010

BA, BA, BLACK SHEEP

La agresividad delimitando el final de los dedos, extendiéndose de la mandíbula hasta las burbujas más secretas de oxígeno. Hace mucho que te invadí y que habito en tus lágrimas y que provoco tu dolor y que decido tu muerte. Soy una sombra o una media libélula. Me desesperan los autobuses, el trepidante ciclo de vida de los vagones de metro, la prisa del reloj marcando los pasos. Me llevo las manos al estómago para apurar la técnica del vaciado. Los intestinos se los dedico al primer hombre que me hizo comprender el dolor como forma de vida. Las venas para decorar una bonita lámpara de cristales. Es posible morir aun calculando todos los movimientos. ¡Bienvenido al maravilloso mundo de los depredadores! Cuando me veas empuñar un arma sal de mi campo de visión y trata de olvidar que algún día te amé. Algunos sentimientos se debilitan con la lluvia y terminan pudriéndose en las alcantarillas. A todos se nos podría envasar al vacío y no seríamos más que estúpida carne comprimida. La necesidad de respirar e hincharse de sensaciones que erizan la piel nos iguala ante el último escalón hacia la nada. Estoy tan dolida que tendré que descargar la ira en cuanto termine con esta elipse que atraviesa mi mente y agrieta mis labios. Podría ser cualquiera y sin embargo mi elección te hará especial y único. Te amaré hasta desgarrarte los pulmones. Me rendiré ante tu esencia hasta que me sepas a poco. Ya será demasiado tarde para la conciencia, para poner coto a tu mirada o al destello de tus ojos. Eres mío y estás atrapado. Yo decido cuando empiezas y cuando acabas; si soy yo o eres tú. La hija de la gran perra y por cada beso cinco año menos de vida. Maldita zorra frígida pero seré yo la que te reviente el corazón de una puñalada trágicamente amorosa. No soy mala, simplemente un poco complicada y retorcida. No tengas miedo, cariño, me encargaré de llenarte tanto que la explosión semejará un sencillo paso al imperio de los sueños. Hay gente que muere de vieja pero no me negarás que es mucho más original morir de exceso de plenitud. Te aseguro que serás verdaderamente único cuando te arroje desde la luna al océano y caigas a contemplar la eternidad rodeado de algas y dulces pececillos. Si no te importa me encantaría cubrirte de pintura violeta. Ya sé que te parecerá una excentricidad pero es eso lo que me hace diferente a los demás. Yo soy una artista. He de permitirme ciertos caprichos para mantener intacto y puro mi centro creador. No te preocupes por mis futuras relaciones. Si alguien me posee o deja que apriete el botón de entrada a su cuerpo todo será completamente distinto. Cuando te mate moriré contigo, sólo que en el último instante remontaré el vuelo. Algo de este mundo me engancha irresistiblemente. A veces pienso que si siempre acabo regresando será porque tengo que pagar fallos cometidos en vidas anteriores. Seguro que me dirías que ahora fantaseo con la teoría de la reencarnación por el simple hecho de que últimamente están en auge estas tendencias, pero me es vital que comprendas que esto va mucho más allá de las modas, te estoy hablando de la fe, del destino. Cada uno tiene un papel que desempeñar en esta vida y eso no me lo negarás porque se sale de todo encuadre religioso. La obligación antes que la devoción. La devoción en la obligación. Cumplo mi trabajo con mucho esfuerzo y como buena profesional le he conseguido encontrar su encanto, ese toque que deja la huella de autor y que permite un acabado entrañable, casi artesano. Lo cierto es que no me puedo quejar.

No tendría vocación para la enseñanza, o para cargos serios tipo empresaria o directiva de alguna compañía. Soy una apasionada del arte y no está nada mal hacer del final de los que te rodean pura poesía. Para que veas lo generosa y realizada que me siento te dejaré incluso que elijas el color de la pintura para tu mortaja, pero espero que no se te suba mucho a la cabeza porque luego te pones insoportable. Personalmente insistiría en un violeta o te aconsejaría el plateado, eso sí, de rojo nada porque ya sería demasiado ampuloso, ¿no crees? Tengo el presentimiento de que tendrá que ser mañana, esta tarde tuve una señal y al fin y al cabo yo no soy más que una enviada. Te he cogido mucho cariño, al final siempre me pasa, es la cara dolorosa de mi oficio. Esto es una carta de despedida y sabe el cielo lo mucho que sufro cada vez que tengo que decir adiós. Tan sólo recordarte cuantísimo te adoro y te adoraré hasta mi renacimiento. Perdóname por no acompañarte, amor mío, por empezar una nueva vida sin ti, pero ya lo decía aquel refrán tan sabio: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Chao.

martes, 23 de febrero de 2010