jueves, 21 de enero de 2010

Pizarra mágica

martes, 19 de enero de 2010

PAISAJE


1

Principio o final de una fresa sobre la arena.
En la lengua disecado un gatito celestial.
El recuerdo.
Conversación en la piel interna del sol.
Infinito en esta mañana que muerde dejando huella de chicle.
La playa y el chico que se aleja. . .

2

Dragón piel de espuma en constante orgía con mil dragones que son océano. La arena se quiebra, instante, se consume el cigarro y se abre la flor de la muerte. Disparando contra el cielo. Anécdotas. Película de pelo de arco iris en la pantalla grande. Las dunas o la Tierra Prometida. Intensidad de color que estalla en la retina. Se humedece el cerebro. Paisaje. La luz dominará pese a todo. En el universo de conchas de la orilla. Ni triste ni diamantes.


3

¡Qué difícil es pintarse las uñas en la playa. . !

sábado, 16 de enero de 2010

Frente al salvaje... sonríe y no huyas.

Fui más fuerte. Fuiste más fuerte. Fue más fuerte.(ella que es infinita y es madre).

Frente al dolor que me tratas de provocar:
preparo un pollo al curry picante,mucho... ligeros golpes de miel, ojo licuador de arácnida arrepintiéndose por cuarenta y última vez. Cinco años más tarde, harta de que me arrinconaras contra esa pared,vuelvo a hacer lo mismo: DIBUJAR.
Intentarás hacerme daño, a veces incluso lo conseguirás. DIBUJARÉ.
Los niños crecerán y el zumo de las "estrellas jugaces" provocará cambios.
Conciencia. Achuchón a las siete de la mañana. Palabras mágicas que lo seguirán siendo. Toses... leche con miel y abrazo a seis manos. Olor a bebés que perdurará en mis sentidos hasta el último momento, el segundo en el que la pupila se expanda para encogerse ya del todo... tres, cuatro, cinco, seis... el sistema solar se abre para ellos... siete... Ganímedes es un satélite de Júpiter. ..me lo contó Gabriel. Dibujo. Dibujaré. Ocho. Al igual que Castilla todo se hace más ancho y ya no me das miedo. TE dibujaré. La risa contagiosa de Alejandrito.



martes, 12 de enero de 2010

REVOLUCIÓN NEURONAL


Primero una sensación que vagamente va invadiendo tu cerebro… meses después llega la decisión que intermitentemente has ido tomando una y otra vez en la vida: espantar las palabras de tu cabeza, deshacer el nudo de la marioneta cuyos hilos manejas inevitablemente con dedos mentales, apagar durante un tiempo la jodida voz en off que va narrando e interpretando a una velocidad cada vez más rápida muchas historias en un mismo canal que es tu sangre. Te falta tiempo para transcribir tanta información, valor para ser comprendida y comprenderte, fuerza física para aguantar tanto embarazo lunar y tantas palabras-paridas. Necesitas descansar, una hibernación que te permita reincorporarte a tu vida palpable y desprenderte una temporada de las posibilidades imaginarias que te aporta el lienzo del teclado, la gama de claroscuros de esa intensidad que alguien denominó como don y al que no consigues verle mayor sentido que el de un billete de ida y vuelta a un infierno que cada vez te desgasta con mayor crueldad.

Se asoma a la ventana y se fuma el que cree su último cigarrillo. En lo que observa el anochecer va pergeñando el plan definitivo. Habla por teléfono durante un rato con un viejo amigo, ante su anuncio de retirarse de la palabra escrita el amigo lo toma poco en serio comentando que siempre que se hace el harakiri literario recae a los pocos meses. Ella insiste en la importancia de poder desconectar, leer de nuevo cientos de libros, de poseer las palabras que otros escribieron y desposeerse de las suyas. Conversan unos minutos sobre cosas con poca importancia para luego observar y maldecir lo poco que se pueden ver ya, lo viejos que se están haciendo. Se despiden cariñosamente, él comenta picarón que recaerá, que lo suyo con las letras es un matrimonio imposible pero inevitable, como el “With or Without you “ que escuchaban a los veinte inundándose de una tristeza pegajosa. Al colgar se siente melancólica, le invade el pensamiento de que padece envejecimiento prematuro… abre la ventana y se fuma el que cree (ya con menos fe) que será su último cigarrillo.

Paredes de un blanco estéril. El cirujano que me acompaña por el pasillo camino del quirófano se reafirma explicándome que es una operación totalmente segura, que ese tipo de intervenciones llevan décadas realizándose sin problema alguno. No me siento segura y le pregunto por sexta vez si está realmente convencido de si podrá extirpar el centro creador sin dañar el resto del cerebro. Responde afirmativamente sin huella de duda en su tono de voz. La camilla se convierte en un barco y la travesía comienza cuando la anestesia va apagando mis párpados suavemente. Cuando me despierte ya no sufriré tanto. Cuando despierte, probablemente, ya ni tenga ganas de fumar.