martes, 1 de febrero de 2011

REFLEXIONES DE UNA SANTA (Parte 1)
















He perdido mi formato.

No soy una persona: en mi confluye la santísima trinidad. La madre, los hijos y un alma danzante que nos dirige. Hacia donde la espesura sea tan frondosa que se desdibujen las trazas de realidad que nos hacen insoportable el respirar, hacia la posibilidad de encontrar una explanada plena de sol en vez de estos huecos mínimos que cohabitan con hielo. Mi membrana pulmonar abriga a mis dos cachorros al caer la noche, que cae junto a torres que se creen personas que se creyeron castillos. Contar las cosas de forma divertida no es un alarde de sentido del humor sino de supervivencia. A los victimistas les quitaba yo todas las penas con cuatro palabras y un bofetón. La profundidad de la tristeza puede llegar a ser infinita pero puedes elegir no zambullirte más que a un par de metros asegurándote el retorno. La melancolía y la tristeza son terreno de contemplación para los artistas como a las chachas nos corresponde fregona, plumero y sonrisa. No naces ni te haces, la vida se encarga de tomar decisiones sin previo aviso, siempre has de estar alerta, el rumbo y los vientos pueden cambiar, de esos cambios inesperados nacen los valientes, los que muerden roca o muerden carne. La conciencia es el estado que decides, más cerca de la tierra o más cerca de la luna, la realidad y el tiempo son aquellos a los que no podrás parar, aunque te hayas quedado atrás… los que espantan y sacuden. Las fotos, las viejas cartas, las ensoñaciones… todo se verá teñido de amarillo en este lento asesinato del tiempo que habremos de aprender a permitir. No le tengo miedo a la muerte, ella me lo tiene a mí. En este entramado social, y como madre milagrosa que soy, resulto un producto demasiado valioso para ser retirado; saco adelante a dos ángeles dando muestras de la existencia de lo imposible, cumplo estoicamente con mi misión manteniendo viva la llamita de la fe, tan necesaria en este mundo de almas desorientadas que derivan en el sinsentido.

El espíritu santo lleva sin pasarme la pensión durante años y ya no sé cómo tramitar esto sin pedirle a Dios que intervenga.

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