De la brizna que no pudo sofocar el fuego,
del hierbajo verde
apagado del verano
a la rama casi seca que prende otoño…
Ni mecheros, ni una cerilla desamparada,
ni el rencor de un fogonazo premeditado.
Cuando el amor destila el verde
dirigiendo la savia linfática del pálpito
no hay llama sino océanos.
Todo lo resiste. Todo lo comprende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario